jueves, 3 de febrero de 2011

El Minotauro de Piedra

Lo veo entrar en el laberinto. Recorre husmeando túneles y pasadizos, grutas y cavernas. Está buscando a la divinidad encerrada entre paredes húmedas de musgo, sobre helechos y hongos que cubren las piedras. Por el sendero donde camina, asoman flores negras, venenosas. Aproximarse al lugar de terribles acontecimientos da prueba de su intrepidez y ferocidad. No lo reconozco desde aquí, puede ser algún guerrero.
Lanzo un terrible rugido para espantarlo y entonces él vislumbra mi máscara monstruosa pero no se detiene. Asomando a la entrada, Pegaso revolotea fuera de la gruta en lo alto de la colina sobre el mar. Dos serpientes envuelven mi cintura y se enroscan en mis cabellos. Pero él no es ninguno de los cazadores de monstruos. Es el mismísimo Minotauro que me observa mirándome directamente a los ojos. Nunca se dio cuenta que yo soy Gorgona y él ha quedado allí, convertido en estatua de piedra, custodiando mi secreto.